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A vueltas con el café

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21052012

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A vueltas con el café Cafe_madrileno._Imagen_Maximo_Garcia_de_la_Paz_El_Mundo













A vueltas con el café



Un estudio señala que los bebedores de café tienen menos riesgo de mortalidad. Analizamos los entresijos del trabajo.



Una taza en un café madrileño.| Máximo García de la Paz.



Autor José María Ordovás.



Fuente Diario El Mundo, España.



Madrid, 17.05.2012. El café, como muchos de los alimentos que
consumimos habitualmente (el aceite de oliva, los pescados azules, los
lácteos, los huevos y un largo etcétera) ha sufrido a lo largo de la
historia reciente movimientos pendulares en la percepción de sus
propiedades; oscilando, según las épocas, entre dañino a beneficioso
según los resultados cambiantes de las publicaciones científicas.



En la más reciente publicada -en The New England Journal of Medicine-,
el café, en sus diferentes versiones de normal o descafeinado, se erige
como factor protector contra la mortalidad total y la mayor parte de
las enfermedades más comunes, con la única excepción del cáncer. El
estudio supera en calidad numérica a publicaciones previas ya que los
investigadores siguieron a unos 400.000 sujetos por un periodo de 15
años durante el que se produjeron más de 50.000 muertes. Su diseño es
prospectivo observacional, y esto último hace que no pueda haber
realmente prueba de causalidad como la encontraríamos en un estudio de
intervención.



De ahí que debamos tomar los resultados con precaución ya que la
experiencia demuestra que raramente los resultados de un estudio
observacional, sea con el nutriente que sea, se confirman cuando se
aplica el rigor y la evidencia científica de un estudio de intervención
aleatorizado.



En este caso se da la circunstancia curiosa de que los resultados son
diametralmente opuestos dependiendo de cómo se lleven a cabo los
análisis. Inicialmente el consumo de café se asoció con un riesgo mayor,
pero eso se debía a que el consumo de café coincidía con una dieta peor
y un consumo más elevado de tabaco. Solamente tras corregir o ajustar
esos factores de confusión es cuando emerge la protección del café.



Otro aspecto preocupante es el hecho de que el consumo de café solo se
recogió una vez, al principio del estudio y a través de un cuestionario
con todas las deficiencias de información más precisa que se hubiera
necesitado conocer, incluyendo una manera precisa de medir el consumo de
café normal o descafeinado y la manera de preparación, algo muy
importante para dar más pistas acerca de qué componentes del café
podrían ser responsables del efecto y poder avanzar en los mecanismos.



El hecho de tener sólo un punto histórico de referencia nos impide conocer qué sujetoscambiaron
sus hábitos durante los 13 años de seguimiento, no sólo en lo que se
refiere al café sino, más importante, a los otros factores de riesgo
como el tabaco o la dieta. De nuevo, esto es un factor tremendo de
confusión, que aunque los autores tratan de apañar matemáticamente, no
deja de ser un 'apaño'.



En resumen, no podemos lanzarnos a dar recomendaciones basadas en un
solo artículo, no importa en qué revista se publique y además teniendo
en cuenta el diseño del mismo que es meramente observacional y con una
información muy poco detallada. No hay duda de que la mayor fuerza del
mismo se encuentra en el tamaño de la población y la duración del
seguimiento. Sin embargo, conviene añadir esta información al conjunto
de publicaciones que se han generado sobre el tema.



En general, la tendencia sugiere que el consumo de café parece ser
beneficioso y además el efecto es acumulativo, es decir, que es más
protector con cuatro o seis tazas al día que con sólo una o dos.
Sugiriendo esto una dosis-respuesta, pero recordemos que no es una
intervención.



Además, es importante añadir, que además de los efectos sobre
mortalidad, hay otro aspecto muy importante en nuestra sociedad actual
que está 'envejeciendo': el declive cognitivo que se produce con la edad
y la disminución de la vitalidad. En este caso, el consumo de café está
emergiendo como un factor que puede proteger, o al menos reducir, la
rapidez con la que se produce este descenso de la capacidad cognitiva
así como otras enfermedades neurológicas, incluida la depresión.



Por lo tanto, de una manera u otra, lo que sí parece cierto es que para
aquellos que tomamos café, no hay por ahora razón aparente para que
cambiemos este hábito, especialmente si lo hacemos 'a la Mediterránea',
es decir, con tertulia incluida. Para aquellos que no lo toman o lo
hacen en pequeñas cantidades, hay que tener en cuenta que puede ser
porque su consumo altera la calidad y cantidad de sueño, que es algo
esencial para mantener la salud, así que probablemente sea peor en este
caso el remedio que la enfermedad.




Enlace relacionado
The New England Journal of Medicine




Autor
José Mª Ordovás.
Director del laboratorio de Nutrición y
Genómica del USDA-Human Nutrition Research Center on Aging de la
Universidad de Tufts, EEUU, profesor de Nutrición y Genética, director
científico del Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Alimentación
(IMDEA) e investigador colaborador senior en el Centro Nacional de
Investigaciones Cardiovasculares, Madrid.





Fuente
Diario El Mundo.




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Imagen: Máximo García de la Paz | El Mundo.
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